Al poder acudir en horarios alternativos, evitarás las aglomeraciones típicas de los horarios tradicionales de compras.
Es de madrugada. Hoy comienzan mis vacaciones, de esas que me suelo tomar yo, donde no me voy a ningún lado porque tengo cosas que hacer en la ciudad, como rendir finales o hacer mudanzas. Esta vez la mudanza ya la hice, pero tengo que entregar el departamento anterior, que pese a haberlo dinamitado, de a poco vuelve a tornarse vivible. Todavía tenemos catorce días para atacarlo, de los que espero usar pocos para poder descansar del trabajo. De los trabajos, mejor dicho. Me quedaron muchos pendientes, algunos más importantes que otros y que no dependen íntegramente de mí. Esos son los que no me dejan descansar tranquilo.
Hoy, mejor dicho, ayer, dormí entre cortado, hasta tarde, con pesadillas. Salí a pasear, terminé de armar muebles, dormí varias siestas, seguí ordenando la casa. Hace un tiempo, el dolor corporal que asocio a las cervicales se sumó un tirón en los dedos cuando me rozo las muñecas. No quiero googlear, porque todo termina siendo algo degenerativo que me deja con un par de años útiles, pero supongo que debe de ser túnel carpiano o algo de eso. Pensaba que sólo sucedía en las series.
En mis momentos de vigilia y de menor dolor, de menor agotamiento mejor dicho, porque es un combo que viene in crescendo desde que hace casi un mes me vine a esta nueva casa sin poder cerrar la anterior, me dedico a ver YouTube, hacer cosas en la airfryer y jugar un videojuego nuevo. Avowed se llama, es de los creadores no no sé qué y aparentemente lo esperaban mucho. Jugué unas tres o cuatro horas hasta que se hizo de madrugada, me dio sueño y tomé el zolpidem, el ambien de las películas. Esa pastilla es rara - necesitás dormite enseguida. De lo contrario, empezás a hacer pelotudeces y a veces ni siquiera las recordás, como un sonambulismo berreta. Yo empiezo a arrastar los pies y a chocarme contra las cosas, aún más si le sumo el clonazepam.
La cuestión es que estando en la cama, mirando el video de un malayo que convirtió el baño de su casa en lo que parece un gift shop del mundo de Super Nintendo, me di cuenta de que me quedé sin Pepsi Black. Grave error para un adicto. Por cierto, ¿cómo voy a dormirme rápido con el ambien si lo bajo con Pepsi? Es un delirio todo.
Sin embargo, fue la excusa perfecta para hacer algo que vengo planeando hace semanas, desde antes de mudarme incluso. Es que a una cuadra de donde vivo, hay un supermercado de cadena, de los grandes, abierto las 24 horas. No estamos hablando de un quiosco, ni un bar - un supermercado.
Siempre me gustaron los lugares que están abiertos a la madrugada, porque siento que son pequeños refugios ante situaciones adversas. El barcito del sanatorio cuando estás esperando que te atiendan en la guardia, la estación de servicio de la ruta en la que tenés que parar porque te estás quedando dormido, el restaurante de aeropuerto que sirve café de madrugada mientras esperar por horas que se abra la puerta de tu vuelo.
Pero un supermercado, en el medio de la ciudad, sobre una avenida, en una zona tan urbana… es diferente. Había escuchado acerca de ellos, e incluso fui a uno pero durante el día. Nunca de madrugada.
Salí con un sweater y un jogging que, la verdad, había olvidado lo bien que me marcaba todo. Las madrugadas de verano y el sin dormir hacen que todo se sienta más frío, más destemplado.
Caminé la mediacuadra en un silencio sepulcral, no parecía la avenida que nunca me deja dormir por el constante ruido de colectivos. Llegué y sólo había un guardia de seguridad y un cajero, que me dieron la bienvenida dándome la espalda. Me había imaginado algo un poco más protocolar, un detector de metales, un cacheo, algo que les brindara algo de tranquilidad - después de todo, era un señor entrando a un supermercado a las 4 de la mañana con una bolsa y crocs.
El lugar estaba completamente vacío. Sonaba música y la luz fluorescente parecía más fría que de costumbre. Caminaba arrastrándome un poco, ya sintiendo el cansancio de la medicación, pero logré caminar por los pasillos en búsqueda de mi botín - dos Pepsis Blacks bien frías, una lata de papas marca del supermercado y unas galletitas tipo mantequitas en lata, como las del chiste que siempre se hace con el costurero.
Al acercarme hacia las cajas, me topé con otra persona que estaba también intentando comprar algo y que hablaba por teléfono con otra sobre lo poco que estaba pudiendo dormir. Calculaba que “en una semana” le iban a empezar a dar algo para poder conciliar el sueño. Si yo me veía para los otros como aquél hombre se veía ante mí, ya estaba todo perdido.
Pagué en efectivo, el cajero me pidió cambio y claramente, a esa hora, en esas circunstancias, no tenía. No le entendí si le debo plata o él me debe a mí, pero me fui con mis cosas y con un saludo del guardia de seguridad, que me dijo “Buenas noches, señor. O buenos días”.
Llegué a casa y me golpeé con la puerta del ascensor. Al fin, el sueño. Me tiré en la cama después de masticar un par de papitas y tomar un vaso de Pepsi. Cerré los ojos...
Y me incorporé en la cama y abrí la computadora.
Diosss te amoooo